Coincidir, palabra que no estuvo ahí. No siempre, no al principio. Pero llegó. Llegó y se quedó. Se quedó para envolver, no regalos, momentos. No regalos, ideas. Y así su complicidad creo encuentros.
Más de un encuentro en la vida. Mas allá de una coincidencia intelectual. Mas allá de una misma hora de llegada. Fue la magia de la congruencia. Nuevamente más de una. De telas, el paraíso de ir a escogerlas juntas, porque el paraíso tiene mas de con quién que de donde. De ropa, el coincidir en el tamaño. De las decisiones, las arriesgadas, siempre. Las que nadie entendería.
Se compartían tallas, vestier, pensamientos y encuentros, numerosos encuentros. Muchos encuentros antes del último. Pero ese último algo especial. Enredado consigo traía algo que nadie sospechaba. Nunca antes pensado, mencionado o siquiera considerado. En este capitulo no había elenco, ni libreto. Tan solo una página en blanco a punto de ser escrita, no por nosotras, por la coincidencia. Letra tras letra fue siendo plasmada, sin entender cual era el objetivo. Ese día llovió, y no fue poco. No recuerdo si hubo agua, pero de ideas estoy segura.
Después de un sí simultáneo, un match, uno inmediato. En realidad no fue de días, creería que no le robó ni una hora al tiempo. Y ahí las dos, varios segundos sin pestañear. Viéndolo en la mente, viéndolo con los oídos y respirandolo por la boca. Teníamos un nombre, uno perfecto. Teníamos POLVOBRONCE. Cuando muere la adrenalina que deja la emoción, el miedo toma su lugar planteando un ¿ahora qué?. Conocer era la respuesta, ninguna la supo en su momento. Yo la sé hoy. Tal vez conocernos, tal vez reconocernos.
Similares en mucho, diferentes en todo. Habilidades separadas que en conjunto crean un “todo posible”. El secreto no esta en la botella de vino, ni en cuantas medias copas llenamos con ella. Tampoco en el tiempo, variable despreciable. El secreto no esta en el conocimiento y mucho menos en el desconocimiento. Creo que existen dos secretos, y están separados. Cada uno habitando el alma que le corresponde. Encriptados, para dejarse ver cuando sea el momento indicado.
Creo que no hay una receta. No son los gramos de cera, de bronce, de oro o de falta de sueño. No son las tazas de insomnio, la pizca de inspiración, ni las cucharadas de ideas en medio de la noche. De todo lo anterior, lo que creo. Y de todo lo que sigue, lo que no dudo. No fue buscado, no fue forzado a nacer. Nos encontró y nos escogió. No dudo, no sobre esto. No dudo de lo que hay detrás de lo que hacemos. Tampoco dudo de que la magia de nuestra historia te dejará con ganas de más. No dudo que buscarás en el vino lo que ya te dije que ahí no encontramos. No dudo que querrás releer. No dudo que escribieras Polvo bronce separado alguna vez. Pero entre las últimas cosas que no dudo, una sola. POLVOBRONCE nos supo igual en vida, a como lo saboreamos con la mente el día que nos encontró.